Capítulo 31
Augusto estaba en la sala de estar, observando las noticias con expresión concentrada, cuando su hijo entró, listo para salir.
— Me voy — anunció el joven, ajustándose el reloj en la muñeca.
Augusto desvió la mirada del televisor y asintió.
— De acuerdo. Iré a la empresa hoy. Quiero ver con mis propios ojos cómo están las cosas.
Su hijo lo miró por un instante, comprendiendo que su padre necesitaba ese control, esa sensación de estar al mando nuevamente.
— Claro, padre. Me parece una buena idea.
Sin prolongar la conversación, se despidió y salió. En cuanto se fue, Augusto soltó un suspiro profundo y se pasó la mano por el rostro.
Minutos después, Patricia bajó las escaleras con pasos ligeros, dirigiéndose a la mesa para el desayuno. Se sentó junto a su marido; su cabello aún estaba un poco húmedo por la ducha.
— Buenos días — lo saludó.
Augusto alzó la vista hacia ella, estudiándola en silencio por unos segundos antes de responder. Ella se sirvió café.
— Buenos días.
Sopló