Capítulo 12
Augusto sintió que su corazón latía más fuerte, como si cada latido resonara en el silencio de la habitación. Sus dedos, que antes vacilaban, ahora se deslizaban suavemente por su piel, como si temieran romper algo frágil y precioso. No era un hombre de muchos romances, ni de involucramientos pasajeros. Su vida siempre había estado regida por cierta distancia emocional, una barrera que él mismo había construido para protegerse. Pero allí, en ese momento, con esa mujer de ojos profundos y voz suave, sentía algo diferente. Algo que lo hacía cuestionar todas sus certezas.
—¿Eres real? —susurró, su voz casi desapareciendo en el aire pesado entre ellos. La pregunta salió involuntaria, como si aún no pudiera creer que aquello no fuera un sueño.
Ella lo miró, sus ojos brillando con ternura y algo más profundo, algo que no podía nombrar.
—Soy real —respondió, su voz tan suave como el roce de sus dedos al acariciar su rostro—. Y tú también lo eres.
Él cerró los ojos un instante, si