Zyran
El olor a sangre seca aún flotaba en el aire cuando crucé las puertas del consejo, a pesar de que el salón había sido ventilado yo lo sentía, lo absorbía. El don de mi madre, mezclado con mi naturaleza de lobo, me permitía percibir las cosas con mayor nitidez que cualquier otro. Pero lo que más me perturbaba no era el olor a sangre, sino la esencia que lo acompañaba; una mezcla de miedo, rabia, dolor... y algo más, algo antiguo. Como si el bosque mismo se hubiera aferrado a ella.
Aysel.
No necesitaba verla para saber que estaba allí, desde que la trajeron malherida su presencia había estado clavada en mi mente como una espina. Una parte de mí la reconoció de inmediato. El lazo, el vínculo que nos unía era innegable. Pero no era el momento ni el lugar para eso.
Me mantuve al margen durante el interrogatorio; mi madre, Thyara, como siempre leía el flujo de la energía en la habitación, observando con esa calma inquietante suya. Selith, por otro lado, no podía ocultar su desprecio y