Cayo se abrió paso entre la multitud y caminó hacia las escaleras.
Todas las cámaras de los reporteros giraron hacia él.
—¡Don Falcón! ¿Cómo responde a estas acusaciones?
—¿De verdad va a abandonar a su propio hijo?
—¿La familia Falcón enfrenta una crisis de sucesión?
Cayo los ignoró a todos, subió directamente hasta donde estaba Livia y la miró desde arriba.
—Basta.
Su voz no fue fuerte, pero bastó para silenciar a toda la multitud.
—¿Ya terminaste con este espectáculo?
Livia apretó al bebé con más fuerza, un destello de miedo cruzó sus ojos.
—Cayo, solo estoy intentando que nuestro hijo tenga lo que merece…
—¿Lo que merece? —Cayo soltó una risa fría—. Un hijo que engendraste con Simón Romano. Dime, ¿qué derecho tiene ese bastardo a llevar mi apellido?
La multitud estalló en un oleaje de jadeos y murmullos.
Los reporteros disparaban sus cámaras sin parar.
El rostro de la Madre palideció.
—¡Cayo! ¿Qué estás diciendo?
—Digo la verdad, Madre —Se volvió hacia ella—. Esta mujer nos engañó