A la mañana siguiente, antes de que el sol hubiera bañado por completo la finca con su luz, escuché unos golpes secos en mi puerta.—La Madre pide su presencia en la sala, inmediatamente. —Me informó un guardia, con un tono que no admitía negativa.Acababa de salir de la ducha, con el cabello aún goteando. Pero la Madre de la familia Falcón no esperaba a nadie.Me vestí rápidamente y descendí por la escalera de caracol.En la sala, Cayo le daba cerezas importadas a Livia, una por una. Ella estaba medio recostada en el sofá de cuero, con su vientre de embarazada muy visible, parecía como si ya fuera la Doña de esta casa.La mano de Cayo se quedó congelada en el aire al verme entrar.—Alicia, estás pálida —dijo, levantándose y acercándose a mí, con un atisbo de preocupación en los ojos—. ¿No dormiste bien anoche?La Madre bufó.—¿Por qué no habría de verse descansada? Ella no carga ningún peso, a diferencia de Livia, que apenas durmió, preocupada por el pequeño Don que lleva en su vientr
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