Cayo saltó de su silla, el sonido que hizo fue más un rugido que una pregunta.
—¿Qué carajo dijiste?
Se lanzó hacia Antonio, agarrándolo por el cuello de la camisa.
—¡Estás mintiendo!
El guardaespaldas temblaba.
—Acabamos de recibir la llamada del control de tráfico aéreo. El avión donde iba Alicia se estrelló en las montañas. Se encontró turbulencias severas... dijeron que el fuselaje simplemente se desintegró. El equipo de búsqueda y rescate ya está en camino, pero el lugar del accidente es de difícil acceso. Señor... el avión cayó desde tres mil metros. No hay casi ninguna posibilidad de supervivencia.
El agarre de Cayo se aflojó y cayó de nuevo en su silla.
El mundo giró, y su visión se fue oscureciendo.
—No… ¡Alicia!
Era su culpa.
La había dejado ir sola.
En su cumpleaños.
Se levantó de un salto y corrió hacia la puerta.
—¡Cayo! —La Madre entró apresurada, con Livia siguiéndola—. ¡No puedes irte! ¡Claramente se trata de una conspiración por parte de una familia rival!
—¡Ni se te o