Capítulo 7
La mano de Cayo se deslizó lentamente hacia la pistola en su cintura. El metal era frío e implacable.

—¡Cayo! —Gritó La Madre con terror—. ¿Qué haces?

—Lo que debí hacer hace mucho tiempo.

Su voz era escalofriantemente serena.

Livia vio el movimiento y su rostro se puso tan blanco como la cal.

—¡No te atreverías! ¡Tengo pruebas contra toda la familia Falcón!

—¿Crees que me importa la evidencia? —Cayo soltó una risa hueca y sin vida—. Alicia se fue, ya no tengo nada que perder.

En ese momento, Antonio irrumpió en la habitación.

—¡Don! ¡Una caravana del FBI se está acercando a la finca!

La mano de Cayo se detuvo, miró la sonrisa triunfante de Livia y retiró la mano lentamente.

—Ganaste —dijo—. Pero no te va a durar.

Se volvió hacia los guardias.

—Llévensela, denle algo de dinero y sáquenla de Nueva York. Asegúrense de que no la vuelva a ver jamás.

Livia, abrazando su vientre, fue escoltada fuera de la finca.

Antes de salir, miró a Cayo por encima del hombro.

—Te vas a arrepentir de esto.
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