Livia tomó lentamente la mano de Cayo y la presionó suavemente contra su abdomen hinchado.
—Siente eso.
—Nuestro pequeño acaba de darme una patada, me pregunto si está molesto por algo.
Los ojos de Cayo se abrieron de par en par, y todo su cuerpo se tensó por la emoción. —¡Se está moviendo! ¡Mi hijo, me está respondiendo!
—Nuestro futuro Don tiene una patada fuerte, me mantuvo despierta toda la noche. —Ronroneó Livia, fundiéndose contra él.
—El médico dijo que el bebé necesita la compañía de su padre, incluso estando en el vientre. Eso le ayudará a crear un vínculo. Cayo, tienes que pasar más tiempo con él.
—Pero hoy estaba… —Cayo se detuvo, mirando hacia mí.
De repente, Livia se inclinó con el ceño fruncido. —Cayo, estoy un poco mareada.
Se apoyó en su pecho, respirando con dificultad. —Creo que estuve demasiado tiempo de pie hoy. Me siento débil. El médico dijo que en las etapas finales necesito descansar más, que demasiada actividad fetal puede ser un gran esfuerzo.
Cayo se puso en alerta de inmediato, sosteniéndola. —Te llevaré de vuelta a tu habitación.
—Está bien —dijo Livia con una débil sonrisa—. Puedo ir sola… tú deberías ir con Alicia.
Pero aunque dijo eso, su mano no soltó su brazo.
Aún tenía una última esperanza de que Cayo cumpliera su promesa.
Pero cuando se volvió hacia mí, con una expresión llena de culpa e indecisión, no me sorprendió.
¿No había sido así desde que Livia quedó embarazada?
Finalmente me miró, con una expresión de culpa. —Alicia… ella me necesita. El bebé es lo primero, todo lo demás tiene que esperar.
Vi la sonrisa triunfante de Livia por encima de su hombro.
—Está bien. —Respondí, apenas en un susurro.
"De aquí en adelante, ella puede ser tu verdadera esposa".
—Prepara el coche. —Le dije al guardia a mi lado.
Con dos guardaespaldas y un instructor de paracaidismo, el chofer de la familia me llevó al aeropuerto, donde abordamos un pequeño avión privado que nos llevó a la base de paracaidismo en las montañas.
Al caer la noche, Cayo estaba sentado en el comedor de la finca Falcón.
Una inexplicable inquietud lo había carcomido todo el día, y su ojo derecho no dejaba de temblar; ese era un mal presagio.
"Pero el médico de la familia acababa de confirmar que Livia y el bebé estaban perfectamente bien… ¿y Alicia?" Inmediatamente, descartó ese pensamiento.
"La Doña nunca viaja sin nuestros mejores hombres. Está segura".
—Don —María, la sirvienta, se acercó hablando con una voz vacilante—. Hay algo que creo que debería saber.
—¿Qué?
—Cuando la Doña limpió su estudio —dijo María en voz baja—, dejó todas las joyas que usted le había regalado.
El corazón de Cayo dio un vuelco.
—¿Todas?
—Sí, Don. Incluida… incluida su alianza de matrimonio.
La alianza de matrimonio, la que él mismo le había colocado en el dedo.
Ella se la había quitado.
—También dijo… —María dudó de nuevo—. Que no tomaría ni una sola cosa que le perteneciera a la familia Falcón.
En ese momento, unos pasos frenéticos resonaron en el pasillo.
Antonio, uno de sus capos de mayor confianza, irrumpió en la habitación.
—¡Don! —Dijo con dificultad, tan pálido como un fantasma—. El avión de la Doña se estrelló en las montañas. Perdimos contacto… pero han encontrado los restos.
Tomó una respiración entrecortada, diciendo con la voz quebrada.
—Don… no hubo sobrevivientes.