Marian estaba confundida, primero porque el personal le había avisado que tenía una visita, algo nada común, y segundo, porque esa visita era una persona que ella jamás hubiera esperado, su nuera, Isabella.
— Isabella… — Balbuceó perpleja. — Que… Qué gusto…
— ¿Cómo está, señora Collins? — Isabella se levantó del sofá de la sala, en donde esperaba.
— Bien, bien… — La mujer la saludó con un beso en la mejilla. — ¿Y tú?
— Bien, gracias. — Isabella le sonrió afectuosamente y ambas mujeres tomaron asiento.
— Esta es una gran, sorpresa, ¿y Max?, ¿dónde está? — Preguntó Marian mirando los alrededores.
— Él no vino conmigo, señora Collins… — Anunció Isabella y la mujer la miró todavía más extrañada.
— ¿Ah, no?, ¿le sucedió algo? — La expresión de Marian se llenó de preocupación.
— No, señora, él está bien… De hecho, todos están perfectos, su esposo y su hija también. — Aclaró Isabella.
— No quiero sonar grosera Isabella, pero si hiciste este largo viaje por tu cuenta y nada malo ha sucedido,