Y él no era una pequeña y bonita espina.

Rasmus irrumpió en el interior solo para encontrar un charco de sangre en el que yacían cadáveres y, para su alivio, ninguno de ellos pertenecía a su manada.

Puro silencio resonó en medio de la masacre. El olor de Rasmus flotaba en el aire, pero él no estaba allí.

Rasmus caminó más adentro y luego al segundo piso desde donde escuchaba gruñidos y gritos.

El pánico se apoderó de él. Aunque sabía

Samuel no caería tan fácilmente sin importar cuán fuerte fuera el enemigo, aún así estaba muy preocupado por su hermano.

Rasmus abrió de una patada la puerta del enorme salón y frente a él estaban Samuel y un par de guerreros de la manada Luna mientras dos hombres estaban atados con cadenas de plata y estaban arrodillados en el suelo.

—Samuel —Ramus respiró como si la vida regresara a su alma.

—Rasmus —la ceja de Samuel se levantó con sorpresa antes de que sus ojos siguieran a la chica que estaba detrás de Rasmus.

—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Por qué está ella aquí? No es seguro para Silvia —dijo
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