Sus oídos zumbaban mientras trataba de comprender si lo había oído bien.
Podía sentir sus duros músculos enrojecidos contra su suave cuerpo y eso la hizo sentir inmensamente incómoda. El pánico comenzó a acumularse a medida que sus luchas se volvían frenéticas y el sudor le corría por la frente.
No quería derrumbarse frente a él de esta manera.
—No tienes modales ni vergüenza. Suéltame —exigió bruscamente, empujando su pecho pero él no se movió. Él solo la observó como un halcón.
Silvia no lo miraba a los ojos, no podía. Los latidos de su corazón se habían disparado a un ritmo imprudente. Trató de detener el temblor, pero ya no estaba bajo su control.
Él se inclinó más cerca y su corazón casi saltó a su boca cuando sintió su aliento caliente sobre su piel. Las voces dentro de su cabeza se quedaron en silencio y todo lo que podía pensar en ese momento era gritar pidiendo ayuda, pero para su sorpresa, Rasmus la soltó pero no dio un paso atrás.
Silvia se agarró a la barandilla mientras r