Capítulo 146. ¿El fin de una amenaza?
Y después de un pestañeo, ahí estaba. El olor a formol llenaba toda la habitación y el silencio no parecía ser cortado por nadie. Dentro de aquel pequeño cuarto, yacía sola la caja de madera nueva y bien sellada. A su lado, no había nada más que una corona de flores y una foto vieja de hace unos cinco años.
Desde afuera, observabamos el pequeño portón negro del salón que la funeraria nos había prestado para el velorio, con el turbio pensamiento de que todo podía ser una trampa o una simple mentira al estilo Julieta y de pronto despertaría e intentaría matar a todos.
Al cabo de cuatro horas vigilando y durmiendo a pequeñísimo períodos de tiempo, finalmente llamamos a los de la funeraria para adelantar el entierro.
Quizá solo necesitaba asegurarme de que ella de verdad había muerto. Ni en esta situación esa mujer podía dejarme tener un poco de paz mental.
Cuando el ADN fue verificado y ya no quedaron más dudas de que se trataba de ella, Daniel y papá se pusieron manos a la obra para prep