Capítulo diez
—Señorita —alguien toca repetidas veces mi hombro y abro mis ojos poco a poco, el profesor se cruza de brazos y me reincorporo de golpe —durmiendo en mi clase, ¿no?
Recorro el salón vacío y le doy una rápida mirada —Lo siento, no fue mi intención dormirme.
—Quiero que sea la primera y última vez que se queda dormida. Si quiere dormir váyase a su casa y no venga a la universidad, esto es un lugar para estudiar, no para dormir.
Asiento —Lo prometo, no volverá a pasar.
—Bien. Se puede retirar —da media vuelta y camina a la salida, meto mis cosas en la bolsa y salgo del salón.
La regañada de gratis me la merezco, porque de una u otra forma la culpa es mía.