Me sentía tranquila en el avión. No platicamos, solo me senté y me puse a dormir. En uno de los asientos me quedé profundamente dormida. Al parecer, todas las emociones de los días anteriores cayeron sobre mí, y dormí durante todo el viaje.
El hermoso mar Caribe nos recibía en todo su esplendor. Estaba amaneciendo. Los destellos del sol que iba naciendo se reflejaban como miles de pequeñas estrellas sobre el agua. Reconocí el lugar: era el Caribe mexicano.
Miraba el hermoso hotel de Alexander. Al parecer, era nuevo, o casi recién construido. Las instalaciones, el resort... realmente era un lugar hermoso. Estaba compuesto por villas, cada una distribuida de forma magistral y con vista a jardines o a la playa. Al llegar, no nos pasaron por recepción, sino directamente a la villa principal, la más grande.
—Quizás querías una luna de miel en Europa o Asia, pero el Caribe es un lugar perfecto. Creo que será bueno que desempaces y descanses un poco. Luego podemos ir a desayunar o pedir que