Sospechas, charlas y más (3era. Parte)
Unos días después
Bagdad
Sara
Dicen que el ser humano tiene una adicción enfermiza por el peligro, como si necesitara de esa adrenalina para saber que sigue vivo, para volver a hacer latir su corazón. Pero no es estupidez, tampoco un refugio cobarde de su realidad; más bien es una forma desesperada de negarse a vivir de escombros, de migajas de lo que pudo ser. Es como alguien que se aferra con uñas y dientes a lo que realmente ama, aunque eso lo arrastre al borde del abismo.
Quizás por eso quienes buscan el riesgo no son suicidas, sino todo lo contrario: son quienes se rehúsan a estar muertos en vida. Porque nada asfixia más que la rutina que te roba el alma de a poco, nada mata tanto como la comodidad que adormece, como el silencio de un corazón que ya no late con fuerza. Y entonces, el peligro aparece como una promesa, como ese golpe brutal que te recuerda que todavía puedes sentir, que todavía hay algo en ti que se niega a rendirse.
Al final, el verdadero veneno no es el riesgo… s