Sospechas, charlas y más (2da. Parte)
El mismo día
Bagdad
Latifa
Más allá de las razones que pudieran empujar a un hombre al matrimonio, todos terminan por ceder a lo mismo: al deseo, al instinto, a esa urgencia que los devora apenas caen las sombras de la noche. Ninguno se resiste, ninguno puede. Es su naturaleza, su gloria y su defecto. Pero Yassir… él me negó hasta eso. Fue como escupirme en la cara.
Desde el primer día me lo dejó claro con una brutalidad que aún me quema: solo se casaba conmigo por la voluntad moribunda de su madre. Lo dijo sin temblar la voz, sin ocultar el desprecio en sus ojos. Y yo, tan necia, creí que era dolor, que era duelo lo que lo volvía distante, que solo necesitaba tiempo para acostumbrarse a mi piel, a mi perfume, a mi boca. Pero no. Día tras día lo único que recibía eran sus miradas de hielo, su voz cortante como un cuchillo, su silencio que me destrozaba más que un insulto.
Ni mi bata más transparente logró arrancarle una sola chispa de deseo. Yo, expuesta ante él, esperando, aunque fue