A un paso de la libertad (1era. Parte)
El mismo día
En las afueras de Kirkuk, Irak
Yassir
Dicen que el destino estaba escrito, que nuestra suerte ya estaba echada desde antes, que Alá había trazado nuestro camino. Pero yo había aprendido a golpes que no era del todo cierto. Éramos víctimas y verdugos de nuestro propio futuro, y cada elección marcaba un antes y un después. Luché por no dejar que nadie me condenara, por no permitir que me arrancaran la felicidad, porque nada se olvida… sólo cambia de lugar en la memoria.
No supe —ni quise— vivir sin Sara. No podía conformarme con ser un recuerdo en su pasado. Y aun cuando el destino me azotaba una y otra vez contra la arena ardiente del desierto, yo me aferraba al milagro que lo cambiaría todo. A esa esperanza de volver a encontrarla. Y fueron esos niños los que me abrieron la puerta, como señales puestas en mi camino.
El viento levantaba torbellinos de arena que golpeaban los rostros. Los niños se cubrían la boca y los ojos con sus kufiyas gastadas, mirándose entre sí, como