A un paso de la libertad (2da. Parte)
El mismo día
Bazán, frontera con Turquía
Sara
A veces el corazón no nos deja rendirnos, más bien se alza como un guerrero ferviente que nos recuerda que todavía hay salidas, que la llave de nuestra felicidad está en nuestras manos y que cada obstáculo es solo otra prueba de Alá, otro desafío que debemos atravesar con fe. Porque después de la tormenta, siempre llega la calma… o al menos eso me repito para no quebrarme.
Pero esa noche, en el campamento de los doctores, mientras mis ojos se cruzaban con los de Yassir, la calma parecía un espejismo en medio del desierto. La emoción de verlo otra vez me desbordaba, su abrazo había devuelto vida a un corazón que creía apagado, y aun así… el miedo se colaba en mi interior como una serpiente silenciosa.
Porque, aunque lo tenía frente a mí, fuerte, real, mío… no podía engañarme. No podía taparme los ojos y fingir que estábamos a salvo. No cuando sabía que mi abuelo y su padre seguramente ya movían hombres por todo Irak, buscándonos, rastreando