El sol apenas salía, pintando el cielo de grises y morados, como si el día también se sintiera triste y oscuro. Pero en la fortaleza del Thane Wolf, la verdadera oscuridad venía de su líder. Una noticia, traída por un explorador agotado, le había caído como un balde de agua helada en el corazón. Christina estaba con Rajar. No como prisionera, no. Como la "mujer de la profecía", a punto de casarse con él. Esa palabra, "casarse", resonó en los muros helados del gran salón, como una burla.

Wolf no gritó. No tiró su vaso al fuego ni golpeó la mesa. Su reacción fue mucho más aterradora. Se quedó quieto, sus músculos duros bajo su túnica de piel de lobo. El aire a su alrededor parecía volverse espeso. Sus ojos, que antes eran muy expresivos, se volvieron dos rendijas de hielo cortante, clavados en el mapa que estaba sobre la mesa. Una vena en su cuello latía con una fuerza que solo sus guerreros más fieles, los que lo conocían desde niños, sabían que era una señal de peligro extremo. Esto no