La noche se cernió sobre la aldea, trayendo consigo un frío penetrante que no solo venía del viento de las montañas, sino también de la traición y la mentira. Christina no pudo dormir. Las palabras de Bjorn resonaban en su mente, frías y afiladas, como una daga: "sacada de los reinos del norte para siempre". De repente, todo lo que había creído entender sobre Wolf y su protección se desmoronó. No era compañerismo, ni afecto. Era la fría estrategia de un líder que la veía como un objeto.

Sin poder soportar el peso de la mentira, Christina se levantó en silencio. El resto del campamento dormía, pero vio la figura de Wolf sentada sola junto a una fogata que se consumía. El fuego iluminaba su rostro, mostrando la pesada carga que llevaba. Con el corazón roto, pero con la voz firme, se acercó a él.

Wolf levantó la vista al oírla. Sus ojos, antes llenos de culpa por la confrontación con Bjorn, ahora se llenaron de una dolorosa sorpresa al verla.

—¿Por qué me hiciste eso, Wolf? —preguntó Chr