El frío del Norte se metía hasta los huesos, pero el hielo más profundo lo sentía en el corazón. El juramento que había hecho en mi habitación resonaba en mi mente como el latido de un tambor. No sería la víctima. No permitiría que Wolf cayera en la trampa de Hjordis. El aire de la fortaleza olía a miedo y a planes oscuros, pero también a una extraña oportunidad para mí.

Los días siguientes fueron una prueba de mi nueva determinación. Tenía que pensar. Tenía que ser más inteligente que la Reina Madre, una mujer que parecía tener ojos en todas partes. Caminaba por los pasillos con calma, comía mis comidas sin mostrar nada, incluso sonreía a Rajar con esa nueva ironía que él no entendía. Por dentro, mi mente trabajaba sin parar, como un telar, tejiendo ideas.

Mi objetivo era claro: advertir a Wolf. Pero, ¿cómo? Estaba atrapada en lo más profundo de la fortaleza, vigilada día y noche. Intentar escapar sola era una locura. Necesitaba ayuda. La imagen de Hilda, la cocinera, volvió a mi ment