Lo que sentimos (1era. Parte)
La misma tarde
Palermo, Sicilia
Oriana
Los científicos comparan al hombre con los animales por sus similitudes en comportamiento, y no puedo estar más de acuerdo. Los veo pelear como bestias marcando su territorio, rugiendo su derecho sobre lo que creen suyo, cegados por una furia indomable cuando sienten que otro invade su espacio. Son como lobos disputándose el control de la manada, como toros embistiendo a ciegas por un arrebato de celos, sin pensar en las consecuencias.
El problema es que su instinto salvaje los gobierna, los domina hasta nublarles el pensamiento. Son fuego que se aviva con el menor soplo de orgullo herido, bestias que confunden fuerza con poder, violencia con justicia. Y ahí está la verdadera tragedia: creen que con los puños solucionan lo que la razón no puede, cuando en realidad solo desatan más caos. No hay victoria en su pelea, solo destrucción.
Intentar hacerlos razonar es como domesticar a un lobo hambriento, como querer apagar un incendio con palabras. Por