¿Un error o un acierto? (4ta. Parte)
El mismo día
Palermo, Sicilia
Adler
Entrar en el submundo de la mafia te ofrece un botín tentador: dinero, poder, una vida llena de lujos. Pero ese paraíso tiene su precio, y no hablo solo de las balas que te siguen al final de cada calle o de los enemigos que esperan el momento adecuado para atacar. Hablo de lo que se esconde en las sombras de tu alma, de lo que te obliga a morderte la lengua y a disfrazar tu verdadero rostro para evitar perder lo que más amas. Es una lucha constante entre tres caminos: vivir en la mentira, abandonar la esperanza del amor o, si eres lo suficientemente valiente, hacerte vulnerable, esperando que alguien no te traicione.
No es imposible tener una compañera siendo un mafioso, pero es como encontrar un faro en medio de una tormenta interminable. No todas las mujeres están dispuestas a caminar al borde del abismo con el corazón balanceándose como una pluma en el viento. Y no me refiero a las que se deslizan en tu cama con una sonrisa fácil, buscando un pa