El rostro del enemigo (2da. Parte)
El mismo día
Cerca del estrecho de Messina, Sicilia
Oriana
Ser jefe no es solo dar órdenes, ni sentarse a cosechar aplausos cuando todo sale bien. No se trata de mandar desde la distancia con una copa en la mano y los pies sobre el escritorio. Ser jefe de verdad significa estar ahí cuando las cosas se desmoronan, cuando el caos golpea la puerta y todos miran buscando a alguien que no tiemble. Significa responder por tu gente. No usarla como escudo. Asumir los errores como propios, incluso cuando no fuiste tú quien falló, porque al final, si tú los pusiste ahí, también es tu responsabilidad.
Cuando todo se pone feo, cuando el peligro es real y la sangre podría correr, no escapas como una rata. No desapareces. No te escondes esperando que pase la tormenta. Te quedas, das la cara. Te plantas frente al enemigo con la misma rabia y determinación que exigirías de ellos. Porque si tú no estás dispuesto a mancharte las manos, no esperes que ellos den la vida por ti.
El respeto no se compra, s