El rostro del enemigo (3era. Parte)
El mismo día
Palermo, Sicilia
Carlo
Ninguna mujer está fuera de tu alcance. Esa es la regla número uno. Ni las más dulces ni las más fieras. Todas, en algún punto, ceden. Solo tienes que encontrar por dónde se quiebran.
Los hombres que se arrodillan, que ruegan o esperan paciencia… terminan siendo el chiste de la historia. Monigotes emocionales, decorativos. Las mujeres les pasan por encima, se burlan de ellos y luego los botan como se bota un trapo sucio. ¿Y sabes qué? Lo merecen. Porque fueron débiles.
Por eso, cuando una mujer te dice que no, no es un rechazo. Es un reto. Es una forma de tantear hasta dónde puede manipularte. Y si cedes… perdiste. Pero si cambias el juego, si le das vuelta a las reglas y eres tú quien lleva las riendas, entonces empieza a verte diferente. A sentir diferente. No se trata de ternura, se trata de poder.
A veces hay que ser más feroz. Más agresivo. Atacarlas donde duele, ponerlas en su lugar. Humillarlas si hace falta. Porque algunas… sí, esas que van