CAPÍTULO 40
ANTONELLA SALVATORE
Bienvenida, Megan.
Por fin llegamos a casa. Emiliano no paraba de comprar y tuve que enojarme un poco para darle el alto que necesitaba. Le dije que estaba exagerando en compras, que si no se detenía no tendría recompensa, que no me dejaría tocar y que si llegase a intimar no habría mamada y se detuvo en seco. Morí de la risa. Internamente, pensé que no funcionaría, pero me dijo serio que eso no era juego y que lo hacía más por el bebé que llevo adentro. Me contuve de no reír.
—Hermosa, dime dónde guardo cada cosa que compramos, solo dime y lo coloco.
—Ven, yo te ayudo —le digo.
—No, yo lo hago, debes estar cansada.
—Solo un poco, pero todavía me quedan fuerzas.
—Está bien, eres terca. —Y le sonrío.
Terminamos, busco un vaso de jugo, le doy a Emiliano, estamos sedientos, caminamos para la sala y me detengo al sonar el timbre. Emiliano espera que yo vaya a abrir la puerta. Al abrirla veo una mujer hermosa frente a mí, me quedo ahí, reacciono cuando Emilia