CAPÍTULO 5
EMILIANO FERRER. ASISTENTE, NOVIA Y FUTURA ESPOSA. Tras dejar a Antonella en su casa, conduje directamente a mi hogar. Había sido un día agotador, sí, pero también rebosante de emociones que danzaban en mi interior. Las once de la noche ya marcaba el reloj, y dudaba que mi nana siguiera despierta a esas horas. Llegué al edificio y estacioné el auto en su lugar habitual. Una vez dentro de mi casa, un vistazo rápido confirmó la ausencia de mi nana. Me dirigí directamente a mi habitación, despojándome de la ropa. La fresca temperatura me impulsó a buscar el alivio de una ducha caliente. Mientras las gotas de agua templada resbalaban por mi piel, mis pensamientos se centraron en ella, en Antonella. Si antes me atraía con una fuerza innegable, ahora esa atracción se había multiplicado. No era solo su belleza física, sino su naturalidad, su personalidad que oscilaba entre la timidez y una inesperada audacia. Una sonrisa se dibujó en mis labios al evocar su imagen. Salí del baño, sequé mi cuerpo con esmero, me puse un bóxer y me deslicé bajo las sábanas con una sonrisa tonta grabada en mi rostro. Cerré los ojos, la vi en la oscuridad y me entregué al abrazo del sueño. El sonido insistente de la alarma me devolvió a la vigilia. Me levanté de inmediato, sintiéndome inexplicablemente enérgico. Cumplí con mis necesidades matutinas y luego me entregué a mi rutina de ejercicios. Con renovado vigor, me dirigí a la cocina, donde encontré a mi nana afanada en sus preparativos. Caminé en silencio hasta llegar a su espalda y le soplé suavemente en el oído. Su pequeño salto de sorpresa me causó una risa silenciosa. —Emiliano, ¿cómo está mi nana más preciosa del mundo? —pregunté con cariño. —¡Me vas a matar un día de estos del susto y no me vas a tener más contigo! Ya no estoy para esos trotes, hijo, ya estoy vieja —me respondió con un tono entre regaño y cariño. —Nada de eso, nana. No puedes dejarme solo en este mundo. Tú tienes que estar conmigo cuando tenga a mi esposa, cuando lleguen mis hijos. —Emiliano, suéltalo. Te conozco demasiado bien. Dime, ¿qué te traes? Noto algo diferente en tu mirada, algo que no sé cómo explicar. Mi nana me conocía como la palma de su mano, y sabía que se alegraría por mí. —Tengo novia, nana. Desde ayer dejé de ser el soltero más codiciado de Italia, y hoy puedo decir que estoy enamorado de una hermosa... principessa. Ella... ella es maravillosa, encantadora, tiene un no sé qué que me tiene completamente cautivado —solté un suspiro involuntario. Mi nana soltó una sonora carcajada. —¡Sí que te flechó Cupido con fuerza, Emiliano! Tienes un brillo especial en los ojos cuando hablas de ella, ¡todo un poema! Pero me haces feliz porque tú eres feliz. Espero que la traigas a casa en cualquier momento. —Pronto, nana, muy pronto. Ya me sentía más que listo para enfrentar el día. No quería llegar tarde a la oficina. Tomé un sorbo rápido de café y salí, no sin antes decirle a mi nana que no me esperara para el almuerzo. Conduje hacia FERRER & ASOCIADOS. Al llegar al edificio, entregué las llaves al vigilante para que estacionara el auto. Pasé por recepción y saludé con un enérgico "buenos días" a Estefanía, la recepcionista de la planta baja. —Buenos días, señor. Bienvenido —me respondió con su habitual amabilidad. Al llegar a mi piso, encontré a Marta, como siempre, ya en su puesto. Ella era la personificación de la puntualidad. Me vio, se levantó y esperó a que llegara hasta su escritorio. —Buenos días, señor Ferrer. —Buenos días, Marta. Necesitaré que localices a mi abogado, Marco Vacile, por favor. —Sí, señor. Entré a mi oficina, y allí estaba ella, radiante como el sol de la mañana. Al verme, noté un sonrojo inmediato en sus mejillas. Percibí una mezcla de timidez, vergüenza y quizás un ligero nerviosismo en su actitud. Cerré la puerta tras de mí y me acerqué para saludarla, con una sonrisa de tonto enamorado iluminando mi rostro al tenerla frente a mí. Le di un suave beso en los labios a modo de saludo, y sus ojos se abrieron con sorpresa. —Buenos días, hermosa —le susurré cerca de sus labios—. No sabes cuánto deseaba que llegara este momento para verte. Ella rió nerviosamente. —Buen... buenos días, señor —bajó la mirada con timidez. —Principessa, aquí y en cualquier otro lugar donde estemos solos, puedes llamarme como quieras, menos "señor" o "jefe". En reuniones y en presencia de otros, si te hace sentir más cómoda, puedes usar esos títulos por formalidad. Antonella levantó la mirada, me observó con una dulce sonrisa y dijo: —¿Por qué eres tan lindo? ¿Siempre serás así? O sea, ¡que yo elija! Es que no sé cómo llamarte, ya que aquí eres mi jefe y al mismo tiempo mi novio. Pensé en separar lo laboral de lo personal, Emiliano. —Tú haces que esa versión de mí salga a la luz, bellissima. —Sí, trataré de hacer lo mejor posible. —Voy a intentar que te sientas cómoda y elijas la forma en que te haga sentir más tranquila. En cuanto a lo otro, sé que ambos podemos manejarlo bien. Conozco tu profesionalismo y dedicación al trabajo; esto no nos afectará en nada. Aquí puedes tratarme como mi amor, cielo, cariño, hermoso, lindo... vamos a estar solos tú y yo la mayor parte del tiempo. Sonreí ante mis últimas palabras. —Gracias, Emiliano. Dame tiempo para acostumbrarme a esto, que es algo nuevo para mí. Por ahora, trabajemos, que tenemos mucho pendiente. Ya habrá tiempo para nosotros más tarde —me dio un beso fugaz en la mejilla, me sonrió y buscó algo en la agenda. Me dirigí a mi escritorio con una sonrisa de tonto enamorado. Con renovado entusiasmo, revisé varios folletos de modelos de vehículos que formarían el primer lote de fabricación. Llamé a Marta para saber si tenía noticias de Marco. —Sí, señor. Confirmó su asistencia. Estará aquí en una hora; está fuera de la empresa resolviendo un asunto. —Gracias, Marta. Y una cosa más, ¿mi padre se ha presentado en la empresa? —No, señor. —Te agradecería un café. —En seguida. Colgué y volví a lo que estaba haciendo, revisando cada detalle de cada uno de los autos. Me gustaba que todo fuera perfecto. Toc, toc, tocaron la puerta. —Adelante. —Permítame, señor, su café. —Gracias, Marta. —¿Algo más, señor? —No, Marta, eso es todo. Volví mi atención a otros documentos que requerían mi firma, autorizando la producción. De reojo, vi a mi principessa. Se veía tan hermosa, absorta en su trabajo que no se percataba de mi prolongada mirada. Sonó el intercomunicador, anunciando la llegada de mi abogado y mejor amigo. —Hazlo pasar. La puerta se abrió y entró el hombre más solicitado de Italia. —¡Emiliano Ferrer, amigo! ¿Cómo está el hombre más codiciado de toda Italia? ¡Ja, ja, ja! —¡Ja, ja, ja, Marco! Por fin apareciste. Estaba desaparecido. Si no mando a llamarte, no das señales de vida. Nos dimos un fuerte abrazo. —Hermano, soy un hombre de negocios muy solicitado por mis clientes. Por algo me llaman "LO SQUALO" (El tiburón). Soy audaz en todo lo que me propongo, no se me escapa ningún negocio, eso lo sabes muy bien. —Tiene el ego muy elevado, vamos a ver si eso te funciona con las mujeres —solté una carcajada para molestarlo. —Permiso, perdón por interrumpirlos. Aquí les traigo algo por si gustan —Marta se acercó a mi escritorio con una bandeja que contenía agua, café y galletas. Antes de retirarse, ambos le dimos las gracias. Volví a mirar a Antonella, sin disimular ni un ápice mi reacción ante su presencia. —Ey, cierra la boca, cuidado con una mosca, ja, ja, ja... ¿Chi è la bellezza? (¿Quién es la belleza?) —Antonella, ven aquí, por favor —ella se acercó con una sonrisa en su rostro—. Ella es Antonella Salvatore, mi asistente, mi novia también en un futuro no muy lejano... mi futura esposa. Vi que el rostro de mi principessa reflejaba sorpresa, igual que el mío, por lo que acababa de decir. Escuché un carraspeo que giró mi rostro hacia Marco. —Vaya, sí que sabes cómo sorprenderme. No andas perdiendo el tiempo y vas directo al grano. —Mucho gusto, señorita. Es un placer conocerla. Soy Marco Vacile, el mejor amigo y hermano de este grandísimo idiota, jajajajja. —Mucho gusto, señor Vacile. El placer es mío. —Marco, un poco más de respeto delante de Antonella, ¿qué va a pensar de mí? Todos reímos por los comentarios. —No queda otra que felicitarlos a ambos. Te felicito, Antonella. ¿Puedo tutearte, verdad? —ella asintió—. Tienes a un buen hombre. Mis mejores deseos.CAPÍTULO 6EMILIANO FERRER.SANA Y SALVA.Una vez que presenté a Marco, decidimos abordar el motivo principal de su visita.—Marco, estoy interesado en incursionar en el mercado egipcio. Necesito que te encargues de investigar minuciosamente cada aspecto legal. Quiero tomar medidas audaces para impulsar el transporte ecológico y modernizar su industria automotriz. Algo me dice que es un negocio prometedor. Necesito un informe detallado lo antes posible, con todos los pros y los contras.—Me pondré manos a la obra de inmediato. En cuanto salga de aquí, te enviaré un resumen exhaustivo. Ahora sí, me retiro para no quitarte más tiempo. Fue un placer verte, y nuevamente, felicidades. En cualquier momento te llamo y salimos a tomar algo.—Perfecto, muchas gracias por venir. Espero tu pronta respuesta y acepto la invitación. Llámame para coordinar. Que tengas un buen día.—Hasta pronto.Marco se despidió de Antonella con un gesto cordial y salió de mi oficina. Me acerqué a ella; me miró y s
CAPÍTULO 7ANTONELLA SALVATORETENGO NOVIOSalimos de la oficina y bajamos al estacionamiento donde esperaba el elegante auto de Emiliano. Un suspiro escapó de mis labios al recordar los momentos vividos minutos antes en la oficina, las intensas emociones que él despertaba en mí y la forma en que mi cuerpo reaccionaba a cada uno de sus toques.Nunca había intimado con ningún hombre; siempre había anhelado llegar pura al altar. Pero con esta nueva agitación que Emiliano provocaba en mi interior, la manera en que mi cuerpo respondía a cada roce, a cada beso... ¡Dios mío! No sabía si podría resistirme a él.—¡Antonella!, ¡Antonella! ¿Qué te pasa? ¡Estás perdida en tus pensamientos!—Disculpa, me distraje por un segundo. ¿Qué me decías?—Sube a este hermoso auto —me invitó con una sonrisa.—Sí, sí... gracias —respondí, sintiendo un ligero rubor en mis mejillas.Salimos del estacionamiento. Él tomó mi mano, y una corriente eléctrica, mezcla de frío y excitación, recorrió mis piernas hasta
CAPÍTULO 8ARTHUR FERRER.NO, POR MUCHO TIEMPO.La noticia que Emiliano acababa de soltar me dejó petrificado. ¿Cómo era posible? En un instante, la tenue emoción de creer que había encontrado a la mujer adecuada para él, la que nos convenía a todos, se desvaneció por completo.¿Cómo podía cometer semejante estupidez? ¡Su asistente! ¡No podía ser!Reaccioné con un carraspeo seco, tragué saliva con dificultad, sintiendo el nudo opresivo descender por mi garganta.—Eh… nuevamente felicidades, hijo. Solo avísanos cuándo la traerás para organizar una bienvenida apropiada, un recibimiento como tu novia se merece.—Concuerdo con tu padre, debe ser una mujer muy hermosa para que hables de ella de esa manera. Cuenta con nosotros, puedes traerla cuando quieras. Será bienvenida —añadió Orieta, aunque no estaba seguro de si realmente comprendía la magnitud de la situación.—Lo es, madre, lo es. Cuando la conozcan, me darán la razón.Dejamos a Orieta en la sala mientras Emiliano y yo nos dirigíam
CAPÍTULO 9 EMILIANO FERRER. NI EN ESTA VIDA, NI EN LA OTRA. Salí de la casa de mis padres y emprendí el camino hacia mi hogar, ubicado al otro extremo de la ciudad. La ansiedad por llegar y descansar me invadía. Había sido un día de mucha actividad, aunque contara con la invaluable ayuda de mi adorada asistente. Estar inmerso entre papeles era agotador, pero el fruto de ese esfuerzo bien valía la pena: una empresa próspera que me permitía darme ciertos lujos. —¡Oh por Dios!, olvidé comentarles a mis padres sobre la invitación al evento. Se me pasó por alto. Aunque estoy casi seguro de que a él le enviaron una a su correo, al igual que a todos los accionistas de la empresa —murmuré en voz alta, mientras seguía atento a la carretera. La ciudad de Roma a esas horas seguía siendo un hervidero de caos: autos que iban y venían, gente caminando apresurada hacia sus destinos. Ya pasaban las ocho de la noche. Volví a pensar en el evento y decidí comentárselo a mis padres llamándolos o cu
PRÓLOGOARTHUR FERRERPLANSigo en el despacho, con una copa de vino en una mano y un puro encendido en la otra. Exhalo el humo con lentitud, observando cómo se disuelve en el aire mientras la calma del lugar me permite analizar una situación que, sinceramente, no esperaba.La relación de Emiliano con esa muchacha no me conviene. Puede arruinar todos los planes que he construido para él, y no estoy dispuesto a permitirlo. Tengo que sacarla de su vida… cueste lo que cueste.No pertenece a nuestro círculo. ¿Cómo es posible que, teniendo a su alcance mujeres bellas, refinadas, profesionales, herederas de imperios… haya puesto los ojos en una simple asistente de clase media?La única explicación lógica es que se volvió loco.¿O tal vez…?¿Y si está embarazada?No. Eso no puede ser. O tal vez sí. Ya ni siquiera sé qué pensar. Solo me dijo que era su novia y que vendría a presentármela. Pero eso es suficiente para que mis alarmas se disparen.Necesito un plan. Algo que parezca natural, algo
CAPÍTULO 1EMILIANO FERRER INVITACIÓNMe remuevo en la cama antes de abrir los ojos. Me estiro dos veces, tomo el reloj de la mesa de noche: son las cinco en punto. Me levanto y camino directo al baño. Después de mi rutina matutina, bajo con la toalla al cuello hacia el gimnasio que instalé en casa. Una hora de entrenamiento y todo en mi cuerpo se reinicia.Con el sudor aún cayendo por mi cuello, voy a la cocina por un vaso de agua. Ahí está mi nana, como siempre, al pie del fogón.—Buenos días, nanita —la saludo.—Buenos días, mi niño. Ya casi está listo el desayuno —responde con dulzura.—En un rato bajo a disfrutar de tus delicias —le doy un beso en la frente antes de volver a mi habitación.Me ducho con agua fría. Me relaja, me activa. Elijo un traje negro y lo acomodo perfectamente sobre mí. Un poco de perfume. Me miro al espejo. Impecable.Bajo y el desayuno está servido. El aroma del café me atrapa. Tomo un sorbo y gimo con satisfacción.—Está perfecto, como siempre —le digo.
CAPÍTULO 2 ANTONELLA SALVATORE ROMPER CORAZONES El sonido de la alarma me obliga a abrir los ojos. No quiero levantarme todavía, pero el deber me llama. Trabajo es trabajo, y no me puedo dar el lujo de fallar. Suspiro, me doy ánimos y me incorporo lentamente. Camino al clóset mientras me froto los ojos, y elijo un conjunto de dos piezas en color azul. Elegante pero discreto, perfecto para una jornada que promete ser exigente. Entro al baño, abro la ducha y dejo que el agua caliente me despierte por completo. Lavo mi cabello, ese aroma a coco del champú me relaja más de lo que debería. Me enjabono, me aclaro y cuando ya estoy completamente limpia, salgo con una toalla rodeando mi cuerpo. Frente al espejo, seco mi cabello y me hago unas suaves ondas. Hoy quiero verme profesional, pero también sentirme bien conmigo misma. Me visto con cuidado, reviso que todo esté en orden y salgo directo al comedor, donde mis padres ya están sentados desayunando. —Buenos días, mamá. Papá. —¡Bue
CAPÍTULO 3ANTONELLA SALVATORE PRIMER BESOMe sorprende el repentino interés de mi jefe en mi vida personal. Hasta ahora, jamás había demostrado curiosidad por nada que no fuese estrictamente laboral. ¿Acaso notó que suelo mirarlo cuando está distraído?La verdad es que me cautivó desde el primer momento. Su elegancia impone, sus ojos color miel hipnotizan y esa voz ronca… podría escucharla todo el día. Recuerdo que, mientras me explicaba mis funciones en la empresa, no pude evitar mirar sus labios. Se movían con una sensualidad que me desconcertó.—El almuerzo estuvo delicioso, Emiliano. Gracias —le digo con una sonrisa.—Me alegra que te haya gustado. ¿Te gustaría cenar conmigo esta noche?¿Otra invitación el mismo día? Me toma por sorpresa.—S… sí, acepto.Sonríe, complacido con mi respuesta.—Paso por ti a las ocho en punto.—Está bien. Te esperaré lista.El resto del día transcurre entre reuniones y tareas. No tengo tiempo para pensar demasiado, pero por dentro… estoy hecha un l