EUNICE
El cielo aún estaba oscuro cuando partimos. No dije una palabra mientras preparaba una pequeña mochila con lo esencial: pieles, comida seca, agua, un par de frascos con ungüentos curativos y una daga.
No sabía cuántos días íbamos a pasar cerca de los túneles, pero mi instinto me decía que no sería poco. Emir caminaba en silencio a mi lado, igual de determinado.
Mientras avanzábamos entre la niebla del bosque, me preguntaba en qué momento mi vida había empezado a girar nuevamente en torno a Lucian. ¿Cuándo había pasado de ser un recuerdo doloroso a una obsesión silenciosa? Tal vez nunca dejó de serlo.
Cuando llegamos a las cuevas, el viento silbaba entre las rocas como si nos advirtiera que estábamos en territorio prohibido. Me detuve frente al túnel del mundo humano. El mismo por donde una vez vi desaparecer al monstruo que Naia había creado… y a Lucian, mi Lucian, arrastrado por la oscuridad de una maldición que nunca mereció.
Toqué el borde del túnel con los dedos y sentí e