CALEB
Apenas amanecía cuando subí las escaleras hacia su habitación. Necesitaba hablar con ella y no quedarme callado. No después de lo que pasó anoche. No después de verla así... entregándose por enojo, por rabia. No era lo que quería. No de esa forma.
La puerta estaba entreabierta. Entré sin pensarlo.
Su aroma me golpeó de inmediato. Lavanda y piel. Su camisón estaba sobre la cama, la seda arrugada como si aún llevara su calor. No pude evitar acercarme y tocarlo, deslizar mis dedos por la tela que horas antes había cubierto su cuerpo. El recuerdo de su silueta, montada sobre mí, con esa mezcla de furia y deseo… me hizo apretar la mandíbula.
Maldita sea. Esa mujer está acabando conmigo.
De pronto, escuché la puerta del baño abrirse.
Freya apareció, cubierta solo con una toalla, su cabello goteando agua, su mirada sorprendida. Se detuvo en seco.
—¿Qué haces en mi habitación? —preguntó con tono cortante, su expresión se endureció de inmediato.
Di un paso hacia ella, con la intención d