NARRADORA
— ¡Cedrick!
Raven abrazó a su Rey, soltando al fin el nudo en su corazón.
Cedrick se había lavado un poco de la sangre que cubría su cuerpo y sus manos.
— Estoy lleno de suciedad, amor, espera, no quiero que te llenes de toda esta escoria.
Le dijo besando su cabello y hundiendo la nariz en la curva de cuello, aspirando el delicioso aroma de su mate.
Ella y sus cachorros eran la mayor motivación en su alma, su motor impulsor, mucho más que su deber como Rey.
Ellos eran su mundo.
— No importa, no importa, gracias por cumplir con tu promesa y regresar a salvo. Gracias a la Diosa.
Raven se separó de su pecho y lo tomó de las mejillas, mirándolo con los ojos llenos de lágrimas y amor.
Cedrick bajó su frente y la unió a la de su pequeña compañera.
— No tengas miedo mi hermosa loba, nunca más te dejaré sola con los cachorros, jamás – le susurró besando la punta de su nariz.
— ¡Papá!
Aidan había regresado de nuevo a su lado después de darle una vuelta a los “abuelitos”.
Cedrick s