DESTINOS CRUZADOS

—¡Maldita humana! —escupió Vlad en un susurró entre sus dientes, mientras sacudía su cuerpo al cerrar la puerta del despacho de Adara a su espalda.

La irritación y el efecto atrayente seguía ardiendo dentro de él. Cada fibra de su ser deseaba destruir algo, desatar la furia contenida que lo había dejado en un estado de tensión imposible de ignorar. No lo entendía. El encuentro con Adara había sido un choque de fuerzas incontrolables. Una conexión que ambos intentaron ignorar, pero que era innegable. Sin embargo, no podía permitirse sucumbir. No sabía qué era pero de algo sí era consciente, ella era humana, y él era un lobo alfa. Sus mundos simplemente no encajaban.

Se detuvo en el pasillo del bufete, se recargó contra la pared, tratando de recuperar el control. Varkar, gruñía en su mente, impaciente y hambriento, deseando librarse.

«¿Por qué la ignoras?», resonó en su cabeza, casi como un desafío. «¿No la sentiste?» 

Deliberadamente Vlad, decidió no hacer caso a la advertencia de su lobo. 

«Ella es nuestra, Vlad. Lo sientes, lo sentiste ¿verdad? No puedes ignorarlo»

Vlad apretó los dientes, sintiendo la fuerza de la presencia de su lobo al otro lado de su conciencia. 

«¡Cállate!», pensó con fuerza. «No voy a caer en eso. No puedo, es una maldita humana. Recuérdalo».

Pero la lucha en su interior se intensificó. Adara había despertado algo en él que no podía ignorar, algo que jamás había sentido por una humana.

En la entrada del pasillo, Florin, lo observó en silencio. Sabía que Vlad estaba al borde del colapso, luchando con las emociones que había estado conteniendo. Le costó llegar allí.

—¿Todo bien, Vlad? —preguntó Florin, con un tono de voz tranquila, pero preocupado. Lo sacó de sus pensamientos.

Vlad lo miró brevemente, intentando restarle importancia al conflicto interno que lo estaba consumiendo. 

—Sí. Solo... es esta maldita situación —respondió con voz rasposa. Florin vio la tormenta de emociones que se desataba en el interior del alfa—. Salgamos de aquí.

Ambos abandonaron el bufete en total silencio y solo cuando estuvieron dentro del auto, Vlad con el volante entre las manos y la mirada perdida en la pared del estacionamiento, volvió  hablar.

—No me gusta esta vaina… esto de tener que recurrir a los humanos… —murmuró Vlad, y la ira lo envolvió de nuevo—. No puedo creer que esté pidiéndole ayuda a alguien como ella ¿¡UNA MUJER!?

Florin no dijo nada, ignorando lo que sucedió en el despacho, dio por sentado que lo que Vlad estaba sintiendo iba más allá de lo que él mismo podía aceptar, el orgullo herido. Sabía que si no actuaban pronto, las consecuencias serían aún peores.

—Vamos, Vlad —le dijo Florin, dándole una palmada en el hombro—. Lo sé, pero no tenemos elección. Si quieres salvarte de esto, necesitamos a alguien con sus habilidades. Y hasta ahora ella es la única que puede ayudarte.

Vlad resopló, como si quisiera deshacerse de la tensión en su cuerpo. 

—Ella no sabe con quién se está metiendo —murmuró fastidiado—. Odio a los humanos.

En el despacho de Adara, la atmósfera aún estaba cargada de esa energía tensa. Aunque su exterior permanecía sereno, su mente no dejaba de dar vueltas a lo que acababa de suceder. La presencia de ese hombre le hizo olvidar su tragedia.

«Vladislav Drakos», escuchó su conciencia y se paralizó.

—¡NO! —exclamó de repente al recordar lo sucedido días atrás cuando ese nombre vino a su mente sin haberlo conocido—. ¿Qué es esto? —se preguntó en voz alta.

Se sintió más perturbada.

«Una premonición», respondió algo dentro de ella.

Tuvo miedo. Esta sensación, esta coincidencia era más palpable que otras que había experimentado antes. No solo fue el darse cuenta que algo le advirtió días atrás que lo conocería sino también la reacción de su cuerpo al tenerlo en carne y hueso. Ya no era solo un nombre, sino también una presencia, una imponente y con capacidad de debilitarla.   

Vladislav Drakos, como ningún otro hombre, había desbordado algo dentro de ella, algo que no entendía. Su cuerpo reaccionaba de maneras que nunca antes había experimentado. Exagerado o no, era intenso, tanto que sentía como un peso aplastante sobre sus hombros.

Caminó hacia su escritorio y se sentó, tomó una respiración profunda, y en ese instante se dio cuenta que durante el tiempo que estuvo ese hombre en su despacho olvidó a  Christian, olvidó la traición y el dolor que eso le estaba produciendo. Como si hubiera sido trasladada a un mundo paralelo la Adara traicionada desapareció, y una que ella desconocía estuvo ahí luchando por no sentir más de lo que ese hombre provocó en su ser.  

«¿Por qué me afecta si solo es un prospecto a cliente del bufete?», pensó angustiada. 

—Y es de Christian, no lo volveré a tratar —se dijo en voz baja para darse un consuelo.

No quería pensar en lo que sentía por él. No podía permitir que sus emociones la traicionaran. La razón era lo único que la mantenía firme en un mundo lleno de caos y poder. No estaba dispuesta a perderla ahora y menos por culpa de un desconocido sin significado en su vida.

«Cuando el destino finalmente nos alcanza, es imposible huir de él… el tiempo ya llegó», escuchó una voz más allá de su conciencia rugir con determinación. Era su loba.

El recuerdo de su encuentro con Vlad estaba grabado a fuego en su mente. Había algo en él que la aterraba, pero también la atraía. Era un poder tan palpable que sentía cómo se arrastraba por su cuerpo, como si su alma se hubiera entregado antes de que ella lo supiera. 

El sonido de la puerta la trajo a la realidad. Ionela, su amiga y socia, entró al despacho con su habitual sonrisa irónica.

—Parece que tu cita con Vladislav Drakos fue interesante —comentó Ionela, mientras se dejaba caer en la silla frente a Adara—. Vasilka me dijo que es un hombre extraño… y GUAPO.

Adara la miró, con una expresión más seria de lo habitual. 

—Sí, es extraño. Nunca he conocido a alguien como él. —Su tono era más grave de lo que había previsto. Un extraño frío recorrió su cuerpo.

Ionela arqueó una ceja, claramente intrigada. 

—Veo que no sales de la depresión —comentó Ionela asumiendo que su semblante de contienda en contra del mundo era por el sufrimiento de la traición de Christian—. Ese desgraciado al fin dio la cara. Ahí está en su despacho, como si nada hubiera sucedido, como si lo que hizo no tuviera consecuencias. 

Adara guardó silencio. Las palabras de Ionela revivieron el dolor.

—Ya, déjalo. Lo que pasó pasó, amiga. Agradezco haberme dado cuenta antes de cometer el error de casarme —adujo mirándola a los ojos.

Para Ionela era evidente la tristeza de Adara. 

—Vamos a comprarle su parte en la sociedad —propuso Ionela—. No podemos respirar el mismo aire de ese maldito traidor.

Los labios de Adara se curvaron en una sonrisa forzada.

—Podría ser. No se si quiera acceder.

—Debería hacerlo, no podemos convivir con traidores, tú y yo somos mayoría —afirmó Ionela con carácter en su voz. 

—Ya veremos. Por lo pronto, no quiero hablar con él, ni verlo —admitió Adara—. No tengo fuerzas para enfrentarlo. —Su rostro se compungió—.  Aún duele.

—¿Y qué piensas hacer con el caso de Drakos? ¿No iban a tomarlo ambos?

Adara suspiró, mirando la notificación que había dejado sobre el escritorio. 

—No lo sé. Este caso es de Christian. Yo solo lo recibí porque era la única que había confirmado estar en el bufete a esta hora. A él le correspondía el siguiente caso, solo estaba haciéndole el quite —dijo Adara.

—Lástima que no te tocó a ti… o a mí —le dijo Ionela con picardía.

Adara sonrió ante el comentario.

—¿Y a mí por qué? 

—Para ver si te deshaces de ese desabrido y le pones emoción a tu vida —le dijo en un tono de voz ácido—. No me cansaré de decir que Christian no era para ti… si lo fuera desde hace rato hubieras dejado de participar en el casting para que te beatifiquen como santa Adara. ¿Por Dios! ¿Qué mujer en este siglo es virgen a tu edad? 

—Ya, dejate de cosas. No había sucedido porque estaba esperando la noche de bodas, era solo por eso —contestó apenada—. Cristian era respetuoso, me amaba.

Ionela torció los ojos en desaprobación.

—De verdad que eres buenísima como abogada pero mala para los hombres —escupió con sarcasmo—. ¡Te amaba y anda prestando ese pedazo de carne a otra! Así como amo a todos mis amantes.

Adara se paró de la silla para cortar la conversación, no le gusta hablar de esos temas y menos cuando Ionela se ponía en ese plan de ser irreverente con las palabras.

—Entregale tú esta carpeta —le pidió Adara—. ¡Por favor! —le suplicó—. Hago una breve reseña explicando en qué consistió la entrevista y no tendrás que hablar con él más, en un minuto.  

—Se lo entregaré a Vasilka y ella que se lo deje en el escritorio, si lo veo lo abofeteo —respondió Ionela.

Adara, triste, solo la miró y se sentó frente a la laptop y comenzó a redactar el informe de la entrevista. 

—Nos vemos pasado mañana —le dijo Adara Vasilka entregándole la carpeta con el informe del caso Drakos—. Es para Rupert, es su caso. 

Así, abandonó el bufete, y con el corazón dividido abordó su deportivo.

A los minutos, Vasillka ingresó al despacho de Christian.

—Licenciado Rupert, aquí la licenciada le envía el informe de la entrevista con el señor Drakos —le informó dejando la carpeta sobre su escritorio.

Desde el día que Adara lo descubrió había intentado verla, pero ella por todos lados le cerró toda posibilidad de regresar. Desde ese entonces, la ira y la frustración eran parte de su estado anímico. No podía perder la oportunidad de hacerse dueño de la vida de esa mujer. Para él era una cuestión de vida o muerte, lograr hacerla recapacitar y aceptar casarse con él, aunque todo apuntara a que no había retorno.

Para Christian, el sentimentalismo que Adara había sembrado a la relación le tenía sin cuidado. Cierto que él le hizo creer que la amaba, pero solo fue para mantenerla ahí, sumisa, creyente de ese amor que trasciende barreras. Le convenía, le conviene tener a Adara bajo su poder, solo así podrá cumplir con la misión que le fue encomendada y así ganarse un lugar entre los suyos.

—¿Para qué me entregan esto? —bufó tosco.

—La licenciada dice que ese caso es suyo, solo lo apoyó porque usted avisó que no vendrá hoy y era el único lugar disponible está semana —le informó la secretaria.

En su interior algo rugió. Una mezcla de rabia, odio y deseo de control se hizo creciente.

«Devuelvéselo, que se quede ella con ese caso. Ella no sabe que es un hombre peligroso, cuando se de cuenta querrá huir y solo si tu la salvas comprenderá que contigo estará mejor», rugió su lobo interino, «Ahí aprovecharás para casarte con ella de una vez… Y por favor Rupert, no cometas más errores»

Se sintió incómodo por el reproche de su lobo. Si los líderes de la manada de se enteran de esto no le permitirán convertirse en el Alfa sucesor en la próxima luna. 

—Dile que reasigné todos los casos nuevos y este le queda a ella —le dijo a Vasika en tono autoritario.

Sin decir nada Vasilka tomó la carpeta y salió.

—A mi manera vas a aprender que las cosas se hacen como yo lo ordeno, no en base a tu estupido sentimentalismo Adara Văduva —escupió dando un golpe seco a la superficie del escritorio—. Si no estás a mi lado, no vas a avanzar —sentenció con odio.

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