🌕🌔🌕🌕🌕🌕🌕🌕🌕🌕🌕🌕🌕🌕🌕🌕🌕🌕🌕
El silencio duró apenas unos segundos después del enfrentamiento. Un crujido húmedo se quebró entre la niebla cuando una figura Morthal emergió de entre los árboles, caminando con paso lento, seguro, como si ya supiera lo que encontraría.
—Mmm… qué mal aspecto tiene tu lobo —musitó, observando a Boren tirado, herido, sangrando—. ¿Te gusta llevar mascotas rotas?
No esperó respuesta. Alzó la mano y otros dos Morthal salieron de las sombras. Uno agarró a Boren sin decir palabra. Yo intenté acercarme, pero me lo impidieron. No hablaron, no gritaron. Solo lo arrastraron lejos, como si fuera un saco de carne sin valor.
—Tú, conmigo. Vaerion quiere verte —dijo el primero, girándose sin esperar reacción.
El camino fue corto pero pesado. Me condujeron por senderos cubiertos de raíces negras y tierra mojada hasta una estructura de piedra, encajada entre los riscos y la niebla. No era como los salones de los Varkal. Este no respiraba gloria ni honor, sino a