Los días pasan lentamente, tan lentamente que a veces siento que el tiempo se ha detenido por completo. Giorgio ya no viene como antes. Antes llegaba casi todos los días, con esa sonrisa que me hacía sentir que todo, por complicado que fuera, valía la pena. Pero ahora… ahora solo viene de vez en cuando, y cada vez que lo hace, parece más distante, más cansado. Yo, por mi parte, me siento vacía, sin ánimos de nada. El apartamento, que antes me parecía un refugio, ahora se siente como una prisión.
Hoy intenté salir. Necesitaba aire, necesitaba sentir que aún existía algo más allá de estas cuatro paredes. Pero apenas crucé la puerta, vi a Alessandro parado frente al edificio, con esa mirada fría que siempre parece saber demasiado. Me miró y, sin decir una palabra, me hizo entender que no debía seguir.
—Es peligroso —me dijo finalmente—. Si alguien más se entera de lo que pasó… Giorgio volverá pronto. Solo espera.
Apreté los dientes, frustrada, pero no tuve más opción que regresar. Subí l