Caí al suelo, las lágrimas rodaban por mis mejillas sin control. Mi vida había tomado un rumbo completamente diferente al que alguna vez imaginé. Todo comenzó con la necesidad de venganza por lo que le hicieron a mi padre, pero ahora… ahora estaba atrapada en una red de mentiras, secretos y peligros que no me permitían ver con claridad. Ya no sabía qué camino tomar, ni siquiera quién era realmente.
La voz de Giorgio resonó nuevamente al otro lado de la puerta, suplicándome que abriera, que habláramos. Pero yo no podía. No ahora. No quería ver su cara.
—¡Lárgate! —le grité, con la voz quebrada por el llanto—. ¡O llamaré a la policía!
El silencio que siguió fue ensordecedor. Giorgio se fue, lo supe. Y en ese momento, me sentí más sola que nunca. Abandonada. Traicionada. Me quedé allí, tirada en el suelo, preguntándome cómo había llegado a este punto, la vida se me hacia tan dolorosa, este sentimiento era tan parecido al de perder a mi padre.
De repente, el sonido de mi celular me sacó d