Capítulo 59: Haré que ames a nuestras bebés.
En la oficina del Rey Alfa Raymond.
El piso de madera pulida brillaba bajo la tenue luz de los candelabros. Un amplio balcón abierto dejaba entrar el viento nocturno, trayendo el aroma fresco del bosque.
La luna se alzaba en el cielo despejado, plateada, majestuosa.
Un escritorio largo y elegante dominaba la estancia. Sobre él, pergaminos, plumas y sellos. Las farolas de pared daban un resplandor dorado, cálido.
El Alfa caminó hasta un mueble lleno de pergaminos. Ayseli lo observó en silencio, con la respiración contenida.
Raymond colocó sus manos sobre el mueble y con facilidad, lo movió a un lado.
¡GRRRRK!
La madera rozó contra el suelo.
Una puerta oculta apareció.
Él la abrió. Unas escaleras de piedra descendían en espiral hacia la oscuridad.
Raymond tomó una farola de la pared. La alzó, iluminando los primeros escalones.
—Sígueme.
La hembra dudó un instante, pero al ver sus ojos helados esperándola, dio el primer paso.
………..
Las escaleras caracol descendían en sile