Capítulo 60
Susana no necesitaba cerrar los ojos para recordar el pasado, La enfermedad del Alfa estaba tatuada en su memoria. Había estado ahí, cuidándolo, viendo cómo la vida se le escapaba en silencio.
El Alfa nunca quiso verse débil, le prohibió que su hijo o algún miembro del consejo se enterara de su enfermedad, su orgullo dominante no le permitía desfallecer.
Primero fueron los ataques, cada vez más seguidos, iguales a los de Amelia, dejándo sin ganas de vivir. Golpes de dolor que lo dejaban sin aliento y que, poco a poco, lo fueron consumiendo hasta debilitarlo.
Luego, los vómitos. Nada le sentaba bien. Lo que comía, lo devolvía. El cuerpo le rechazaba hasta el agua.
Y después... la debilidad. Las pesadillas. El dolor constante. Una sombra oscura que se aferraba a él y lo arrastraba.
—¿Por qué nunca me dijiste nada? —la voz de Matthew temblaba—. Tenía derecho a saber que mi padre sufrió así.
Los ojos de Matthew se abrieron, horrorizados. Se sentía un hijo ausente, ciego ante