Javier la siguió para persuadirla. Era muy importante que ella lo acompañara a esa cena y ella no se podía negar.
—Valentina. No me importa lo que digan las redes sociales y tú también deberías de ignorarlas.
Tienes una hora para que nos vayamos.
—¿De verdad, quieres que te acompañe?
—Entonces no te lo estaría pidiendo. Quieras o no, deberás hacerlo.
—Pero… yo no puedo asistir.
—¿Te atreves a desobedecerme?
—No tengo ropa adecuada para representar a la esposa del millonario Javier Montalván—. Habló con sarcasmo.
Javier tragó saliva, su garganta dolió con el paso. Recordó que el día que se casaron le dijo que de su parte no obtendría ni un centavo para sus gustos personales, a menos que él se los quisiera obsequiar de buena voluntad.
—Aún tenemos un poco de tiempo. Te llevaré a la tienda.
Valentina estaba sorprendida. No esperaba que en ese momento el hombre frío hubiera desaparecido para darle paso a uno con conciencia de que ella no solo necesitaba comer y estudiar, sino que tamb