Hace un par de días que Anastasia comenzó a mostrar síntomas de embarazo, se hizo la prueba y para su mala suerte, salió positivo. Se siente nerviosa, no encuentra la manera correcta de decirle a sus suegros que se convertirán en abuelos.
Por otra parte, ha intentado varias veces contactar a su esposo para darle la noticia a él primero, pero es lo mismo, no obtiene respuesta. Ella ya se ha resignado a que él no vuelva por ella, total, desde un inicio la odió y solo ha sido un contrato su afecto fingido.
—Anastasia, necesito que me acompañes a un viaje en el extranjero. —Le informó su suegro, mediante una llamada a su celular.
—¡Qué! —Exclamó ella, con preocupación.
—¿Qué pasa? Por qué te sorprendes, eres mi mano derecha y necesito que vayas conmigo.
—Lamento reaccionar así, señor. Lo que sucede es que… eh, yo no estoy bien del estómago y volar me hará mucho mal.
—Oh, no te preocupes por eso, querida. En el camino al aeropuerto compraremos unas pastillas para controlar las náuseas y a