Archer cargó a Ermys entre sus brazos como si fuera su razón de existir. Con un cuidado reverente y la depositó sobre la cama, acariciando la curva de su rostro con una devoción que estremeció su alma. Sin poder resistirse, se deslizó a su lado, acortando la distancia hasta que sus labios rozaron los de ella en un beso profundo, lento, lleno de todo el amor que las palabras jamás podrían nombrar.
—No sabes cuánto te he extrañado... — susurró Archer, con la voz cargada de emoción.
Ermys, con una ternura que contrastaba con la pasión en sus miradas, formó un puchero en sus labios, como un reproche dulce.
—Mentiroso... — susurró — Perdiste tus recuerdos... ¿cómo puedes extrañar algo cuando lo olvidas?
Archer soltó una risa suave, la verdad era cruel, su mente la había perdido en la bruma del tiempo, pero su corazón... su corazón la había amado incluso en el olvido.
—Puede que mi memoria haya fallado, pero mi corazón... — tomó la mano de Ermys y la llevó a su pecho, donde su corazón latía