Los otros reinos comenzaron a agitarse como un océano antes de la tormenta. Las órdenes se esparcieron como un eco oscuro que no dejaba espacio para la duda: Archer debía ser encontrado. Y castigado.
En el corazón del reino de Clifford, el rey Tyler se alzaba como un titán implacable y su voz rompía el silencio como un trueno en lo profundo.
— No permitiré que Archer se burle de nosotros. Él desató el caos, y el caos no quedará sin castigo. Sus palabras eran espadas. Cada sílaba pesaba como una condena.
Frente a él, un batallón entero de guerreros esperaba en formación. Tridentes listos. Mandíbulas apretadas. Ninguno se atrevía a respirar más de lo necesario.
—Ermys, alista tu escuadrón. Partirás junto a las fuerzas especiales de Paradise. Que no quede ningún rincón sin rastrear. Que no quede sombra sin quebrar.
Ella no respondió de inmediato.
Su mirada cortó el aire con más filo que cualquier arma. Asintió lentamente, y aunque sus labios permanecieron sellados, su aura hablaba por el