Cap. 117. 0 piedad.

Narrador omnisciente.

Horrorizada, Celine, negó con la cabeza, incapaz de procesar lo que acababa de oír.

—La escolta de la señora me dio doscientos mil euros por ponerle un medicamento al jugo que consumirían los niños… —balbuceó la empleada, arrodillada—. Yo… yo no sabía qué reacción iba a tener. Solo pensé en el dinero. Lo juro… solo eso…

Helena, sintiendo todas las miradas clavadas en ella como dagas, reaccionó con un estallido dramático.

Se giró con rabia y le dio una bofetada a su escolta y otra a la empleada.

—¡¡Malditas!! ¡¡Son unas monstruos sin corazón!! ¿Cómo pudieron hacerle esto a unos niños inocentes? ¡¡Cómo se atreven!! —gritó con teatralidad, y con la voz desgarrada por la supuesta indignación.

Pero Maite no se contuvo más. Soltó una carcajada seca, y cortante.

—¿En serio? —dijo entre dientes—. ¿De verdad crees que alguien va a tragarse ese numerito? Te montas toda una escena para que te piensen inocente, pero tu actuación es… patética. ¡Ridícula!

—¡Helena no tuvo na
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