NARRA DANKO
El esposo de Dalila gritaba de felicidad, me alegraba verlo, así pues, me hacía recordar cuando ella me enseñó la prueba de embarazo, yo recuerdo de que solté todas las carpetas que cargaba, mi pobre secretaria corrió para levantarlas antes de que yo las pisara, porque de la emoción comencé a saltar de alegría abrazando a mi esposa. Así gritaba yo, feliz de ser padre. Nunca olvidaré esa bella emoción que sentí.
Mis padres se emocionaron cuando se enteraron, la adoraban. Ella seguía dando conciertos y seminarios hasta que ya el vientre estaba muy grande. En casa tocaba más el violín endulzaba con esas bellas melodías el ambiente. El día del parto yo era el más nervioso, ni cuenta me había dado de que mis padres ya habían llevado a Dalila a la clínica. El guardia más antiguo se me acercó para decir extrañado.
—Señor Danko, pero ¿qué hace aquí? Su esposa ya debe estar en la clínica. ¡Sus padres se fueron con ella!
Lo miré y como tarado le pregunté.
—¿Está lista mi esposa? ¡Ya