NARRADOR
En una celda solitaria alumbrada solamente con un foco, sentada en la cama abrazándose a sí mismo, estaba toda temblorosa sintiéndose con escalofrío y con fiebre. Adrede el Don había dejado pasar tres horas. La herida se había infectado ya, la sangre, aunque muy lentamente seguía supurando.
Cuando terminó de arreglar algunos de sus negocios estaba en compañía de Mijaíl que se había dormido en uno de los sofás del despacho de Lucca. Fue a levantarlo con un beso deseoso, después salieron en un auto manejado por uno de sus hombres, dentro iban al calor del manoseo y los besos calientes.
Llegaron al sitio solitario y alejado. Después entraron los dos, caminaron algunos minutos hasta llegar a la última celda. El Don metió la tarjeta para abrir la puerta, al entrar vieron el desastre de la sabana manchada de sangre y el mal olor ahí dentro. Mijaíl se tapó la nariz no así Lucca que la miró con sorna para hablar.
—Mmmm, parece que te ha sentado bien esta suite de lujo.
Ella apenas al