Me acerqué a ella y le agarré la mano mojada. «Deja de evitarme. Un nosotros existe…».
—No existe ningún nosotros—
Deja de ignorar que existe un —nosotros—. Ninguno de los dos planeó esto ni lo quiso, pero aquí estamos. Una vampira y un hombre lobo. No me importan esas cosas. Me importas tú. La mujer que ha conquistado mi corazón para siempre.
Dejó de mirarme con desagrado y su rostro se suavizó. Entrelacé mis dedos con los suyos y la llevé hacia el árbol. Nuestro árbol. Bajo el que había curado sus heridas. Donde probó mi sangre por primera vez. Este era nuestro lugar especial. Un árbol que albergaba nuestros primeros recuerdos en los brazos de sus ramas.
Una vez bajo la caída de sus ramas, levanté la otra mano y le pasé la mano por el pelo. Los sedosos mechones se deslizaron entre