La renuncia.
Podía escuchar murmullos provenientes de la sala de juntas y cuando abrió la puerta, todos callaron y lo miraron. Al menos el dolor de cabeza estaba disminuyendo.
—Señores, pido disculpas por haberme salido de esa manera —espetó, su voz adusta y su mirada indiferente—. Pongamos de nuevo los asuntos importantes sobre la mesa y así encontrar una pronta solución. —No fue capaz de mirar a su asistente y volvió a ocupar su lugar. Apoyó los codos sobre la mesa, las manos unidas haciendo de soporte para su barbilla y sus ojos fijos sobre un hombre que se encontraba en el otro extremo de la mesa.
Le sorprendió un poco ver a Delclaux callado, como si estuviera cansado de todo. Había un aura de resignación que lo rodeaba y un dejo pequeño de tristeza abrigó en su pecho. No entendía, en serio, cómo podía siquiera sentir algo de empatía por un hombre que había estado robando en la empresa. Y no solo eso, sino que lo había amenazado y chantajeado.
—Hemos estado debatiendo sobre la posibilidad d