Había estado en modo automático el resto del día. Asistió a una reunión, a un almuerzo tardío de negocios y ahora yacía de nuevo sentado en su cómoda silla, detrás de su pulcro y ordenado escritorio.

No pensó en nada durante las horas que pasó ocupado con temas relacionados a la empresa, asuntos importantes de negocios y los nuevos proyectos que estaban en camino. Pero ahora que se liberó de sus obligaciones y responsabilidades para con Chrome Machine, su mente comenzó a cavilar en todo lo que había ocurrido por la mañana con el hombre que conocía por más de una década y al que le tenía absoluta confianza. Tal vez en todos esos años no se había llevado muy bien con Luciano Delclaux en lo que se refiere a manera y forma de pensar respecto a algunas cosas relacionadas con el manejo de la empresa, pero el hombre nunca hizo algo en contra de la misma. Era malditamente bueno en los negocios y, ciertamente, todo lo que había hecho hasta ahora era para beneficiar a Chrome Machine. Razón de