No son celos.
Esta mañana, cuando salió de su casa, esperó encontrarse con cierta fotografía en los periódicos sociales. Después de todo lo que sucedió ayer por la tarde, se había preparado mentalmente, y físicamente, para afrontar el ataque de Luciano. Al parecer, el hombre no hizo nada. No sabía si sentirse feliz o estar más alerta que nunca.
La larga conversación que tuvo ayer con Luciano, había sido tensa e incluso su asistente estuvo presente. Lo cierto era que nada había quedado bien. Fue una pérdida de tiempo tratar de razonar con Delclaux. El hombre no dio su brazo a torcer y, bueno, él tampoco.
Por la noche, cuando llegó a su casa, reflexionó en todo lo ocurrido, dándose cuenta que la mejor decisión era sacar a Luciano de la empresa. Por supuesto, correría el riesgo de que algunos ejecutivos no estuvieran de acuerdo, pero no le importaba. Llegó a un límite y no había marcha atrás.
(…)
Se miró en el espejo del ascensor. Lucía pulcro y elegante de pies a cabeza. Su rostro afeitado le dab