19. POSESIÓN
MARGARETH
Algo del teatro de Liam logró tocarme.
No fue su mirada —esa mezcla de arrogancia y deseo que parece robar el aire a su paso—, ni su sonrisa, pulida y peligrosa, capaz de arrancar suspiros a media corte.
Tampoco fueron esos rizos rebeldes que, por un segundo, me hicieron imaginar lo que sería deslizar mis dedos entre ellos.
No.
Lo que me perturbó fue una sola línea, dicha con voz grave, casi íntima:
"No permita que nadie más le diga quién soy. Deje que se lo demuestre."
Admito que sonó encantador.
En teoría, tiene razón.
Este príncipe es diferente al del libro.
Más vivo, más atento... y desde que nos reencontramos, casi obsesionado conmigo.
El primero apenas dedicaba un par de palabras corteses a su prometida; esta versión, en cambio, parece dispuesto a demostrar que su encanto no es mera reputación.
Y sin embargo, no me fío.
Nada garantiza que no acabe traicionándome igual, ni que sus besos no se tornen dagas el día que el destino reclame su guion.
Por ahora, me mantendré d