10. UN RESPIRO INTENSO
MARGARETH
Solo pude escapar con una excusa: la reina me había hecho una señal. No era verdad, pero funcionó. Hoy me sentí más odiada que nunca por las demás señoritas. Sus miradas afiladas y las risitas a mis espaldas eran prueba suficiente: el aumento de la atención masculina hacia mí había encendido su resentimiento. Y aunque intento ignorarlo, sé que tienen razón en algo. Esta noche traje demasiado revuelo conmigo.
Necesitaba un respiro. Mi primer impulso fue huir a un balcón o perderme en los jardines, pero el sentido común me gritó que allí habría gente, demasiada gente. No buscaba aire fresco, sino aire propio. Y así recordé el único lugar en el palacio al que casi nadie va durante un baile: la biblioteca del primer piso.
Entré en silencio. El olor a madera y pergamino me abrazó de manera reconfortante, apagando el bullicio de la música y las risas que llegaban desde el salón. Nadie en su sano juicio entraría aquí durante una fiesta, a menos que buscara algo más privado que un l