Habían pasado dos semanas desde que Lucía fue atacada. Poco salía de su habitación en la casa de Apolo, todavía no entendía ¿Por qué había dejado que él la marcara? Todo había ocurrido demasiado rápido: el ataque solo por ser una omega en celo, el rescate, y ahora esto... estar vinculada a alguien que ni siquiera conocía bien. Un pensamiento amargo brotó de su boca.
—Pasé años esperando a mi pareja destinada, soñando con el día en que llegaría para protegerme de esos lobos depravados. Pero apareció demasiado tarde, cuando descubrí que puede defenderme sola. ¿De qué sirve un mate que no está cuando más lo necesitas?
Sentía una punzada de decepción que le atravesaba el pecho. No entendía por qué su loba aullaba de desilusión.
—Lucia, no podemos quedarnos aquí —murmuró su loba, clavando las garras en el suelo de su ecosistema—. Ese perro sarnoso sabía quién eras y no se dignó a aparecer. Sácame de esta maldita casa.
Una carcajada áspera se le escapó a Lucia al escuchar el insulto de su l